El patio de mi casa.
En sus ojos aprendí que no supe nunca como decirlo, ni a escondidas siquiera. El reloj jugaba desde entonces en contra. Cada minuto sin decirlo era un pecado mortal y la cosa voló lejos, como con las bombas. Cada vez que me levanto y pienso que me va bien, intento hacer fuerza para que a usted también le vaya bien. Cada vez que veo un horror, rezo por evitárselo. Pero créame que esa fea explosión no supe cómo evitarla. Fui idiota por intentar que no se saliera el champagne a borbotones tras patearlo por el suelo con un sólo dedo de mis sucias manos. Además puse perdida la alfombra de leopardo, como cada més de octubre. ¡Qué desastre!
Ahora estamos en una extraña primavera a finales de noviembre. El sol está naranja por las mañanas. Las estaciones están repletas de jóvenes y de inmigrantes. También algún encorbatado que otro y tremendas personalidades que arrasan estilo a los ojos de los vigilantes de seguridad. También hay gente con aire de nobleza, o de gran pesar, o de ilusión, o temerosos ante el reencuentro. Últimamente nos hemos sentido un poco así, jóvenes, inmigrantes, encorbatados, personalmente estilosos, seguros, nobles, apesadumbrados, ilusionados y temerosos ante los reencuentros con nosotros y con otras personas. El patio de mi casa es particular, la lluvia no funciona y está condenado a amar.
Ahora estamos en una extraña primavera a finales de noviembre. El sol está naranja por las mañanas. Las estaciones están repletas de jóvenes y de inmigrantes. También algún encorbatado que otro y tremendas personalidades que arrasan estilo a los ojos de los vigilantes de seguridad. También hay gente con aire de nobleza, o de gran pesar, o de ilusión, o temerosos ante el reencuentro. Últimamente nos hemos sentido un poco así, jóvenes, inmigrantes, encorbatados, personalmente estilosos, seguros, nobles, apesadumbrados, ilusionados y temerosos ante los reencuentros con nosotros y con otras personas. El patio de mi casa es particular, la lluvia no funciona y está condenado a amar.