La latitud es, en fotografía, esa rampa indeterminada que une el negro profundo con el blanco muerte. Al tratarse de una distancia tonal total los entretantos entre el uno y el otro, éstos son tan cojoneros como abundantes. Los ojos humanos, porque recordamos que tenemos dos, pueden llegar a ser capaces de distinguir unos mil entretantos del blanco muerte y el negro profundo. Seguro, no obstante, que hay más y la realidad es que podemos fotografiar menos por las limitaciones de la tecnología fotográfica frente al ojímetro, pero esa es otra cantinela.
A lo que vamos: cuesta encontrar el tono. Sobre todo cuando se anda en los límites del espectro o en los tonos puros, como en la vida y el amor. Es terreno resbaladizo el de los grises. En cambio, lo total es una angustia inconsumbible por infinita e intensa. La armónica presencia de todo ello en la imagen y en el amor no garantiza el éxito pero si al menos el bagaje o la intención. El control del tono, he ahí la cuestión.
Respecto a la fotografía existen escritos magníficos manuales en torno a la cuestión del control del tono, que si bien no garantizan el éxito, al menos si explican qué herramientas y cómo utilizarlas para mediar en el control tonal o zonal. En cambio, respecto a otras disciplinas más cotidianas y/o carnales no hemos conseguido encontrar Euchrid, Al y yo todavía ningún manual explicativo, ni tan sólo un mínimo acercamiento metódico acerca del control del tono.
Sentimos, además, en los últimos tiempos que vivimos tan indiscriminadamente, un desasosiego fruto de una sorda pero constante y creciente muerte intelectual en adentro de nuestro bagaje personal acompañado de delirios varios y una considerable pérdida de memoria a corto y largo plazo. Ayer encontrábamosnos en un moderno lugar rodeados de modernos y modernas y cultura contemporánea y tuvimos que huir ante el horror de descubrirnos rodeados de ropas de plástico de corte
minimalista, suelos limpios que reflejan todo, carteras de colores estridentes con laptops dentro, las parasiempre gafas de pasta con diseños renovados también en amarillo con lunares rosa, escaleras con un trozo de lija cerca del borde para no resbalar y verdaderas baratijas del moderno diseño gráfico moderno a la puerta con la programación para todo el mes que viene de este gran, moderno, y alucinante centro de cultura contemporánea de mi ciudad. En fin. Me fui a cenar algo con un amigo poco interesado en estos menesteres. El caso es que a mi si me interesa. Siempre me ha interesado, pero hace tiempo que no puedo percibir la belleza exhibida flagrantemente de un modo limpio y natural, sino tan sólo, quizá, en esos dos ojos que son demonios, o en esa voz suave que abrazo, o en ese pequeño rincón donde me uno a nuestra totalidad, o en tus golosinas que muerdo mientras el sol azota las persianas que están bajadas hasta el tope puedo llegar a llenarme de belleza. De la otra, de la representada, y como diría un gran moderno llamado Dj xxxx "la una si me gusta y la otra no, pero es mejorable y en el fondo me da un poco igual, no se".
No es hastío, es una postura crítica lo mío, jaja!. No es posmodernidad, son sentimientos y luces lo mío nena, jaja!. Lo más cool que hago es escribir en este blog, subirle fotos de mi cámara digital, esparcir mi ego en el ciberespacio, envenenarme, jugar a vivir y vivir jugándonosla, una ensalada de espinacas, champiñones, panceta ibérica, aceite de ajo y parmesano, llevar zapatillas de colores, ser desconsiderado y descuidar mi ego, esparcirlo un poco más, ponerme colonia para dormir y ostentar botellas de champagne en el zoo.
