03 mayo 2007

Tus pinceles de pintar personas.

Mi niña tiene unos pinceles de pintar personas que nos vieron conocernos hace ahora unos seis meses más o menos en un pueblo perdido de la mano de dios en el que cada vecino posee una parcela de pinos en los montes comunales. No es broma. Bueno, pues allí, en "Antes y después de besar a María" nos conocimos tu y yo y todo el mundo tenía un pino.
Ayer por la noche, los pinceles dichosos (y los botes de potingues, y la carne artificial, y la sangre de mentiras, y las pestañas postizas...) nos vieron remover el sofá y las mesas para colocar un par de flexos de mesa y brincar electrónicamente alredededor del improvisado y cutre ciclorama negro haciendo descerebradas e inconexas fotos que parecen más un catálogo de la marca de cosméticos Mac que el fondo de tu tarjeta de presentación, bonita.
Ya ha llegado la primavera y entra mucho sol a mediodía por la ventana en la que nos apoyamos Euchrid, Al y yo en el post anterior. La luz te da en la espalda después de comer y hace que te brillen los ojos. Cuando el sol se va te siguen brillando, cuando te vas a trabajar me brillan a mi también. Cuando me voy yo a trabajar a veces me brillan y a veces no, pero un poco por alejarme de ti siempre si en ocasiones me brillan.
En casa huele bien. A de todo. Huele a nevera llena, huele a contento, huele a hierbas y ungüentos olorosos que huelen, huele a humo, huele a ti y a mi, y a veces huele a mierdecilla de gato recién depositada mientras comemos, pero nos reímos y maldecimos y acabamos, como siempre riendo.