30 agosto 2009

Tumor

Ha pasado tiempo. Ahora, estamos encerrados huyendo del sol que pega la piel a la ropa y el corazón al asfalto. El cielo nunca ha mentido y menos ahora: esto es el fin.

Los tóxicos entran en los fetos desde pequeños, programándolos para el cáncer. Las madres abandonan a sus hijos en un coche cerrado al sol mientras hacen sus compras y luego encuentran rottie de niño. El mundo se ha ido a ver la tele. Ya nadie escucha y, de madrugada, los zombies llaman a los teleconcursos presentados por una vieja actriz porno de pechos desmesurados y mantecosos (los de vestuario no han sabido contener las lorzas que le caen por ambos lados, bajo las axilas). Se avecinan las pandemias, el fracaso del sistema económico y el colapso ambiental. El hijo predilecto de Dios se ha hecho yonkie y tiene sida y hepatitis por compartir aguja. Y lo peor no ha llegado aún. La tierra fértil està oculta bajo la costra de asfalto y cemento. Pronto dejarán de nacer niños o lo harán con tales malformaciones que bolsas herméticas con el distintivo "biohazard" se quemarán en pilas sumarias como una ofrenda al horror. Las vueltas de la espiral cada vez son más cortas y rápidas, y en medio de esta mierda, yo sólo pienso en recorrer medio mundo para abrazarte debajo de las sábanas y que acabe todo allí abajo.