10 enero 2006

Quizás en otra vida...


Quizás vuelva a escalar pronto. Tal vez vuelva a esperarte de madrugada despierto a que vuelvas de trabajar sólo para darte un beso antes de dormir. Es probable que te abrace de nuevo con las manos llenas de heridas y blancas del magnesio después de escalar acantilados en la playa de Les Rotes como en la foto, mientras me quejo de lo cansado de estoy y del daño que me he hecho en un lance fallido o al caer al vacío cuando ya casi lo tenía, cariño, para que tú me toques y me sanes por dentro, mientras me dices que tenga cuidado en no mancharte la ropa ni de sangre ni de magnesio. Cabe la posibilidad de que tumbados en el sofá soñemos sobre como será mi casa cuando sea nuestra casa, y acabemos discutiendo sobre el color de la cocina... ya sabes que a mi me gusta azul. No sería de extrañar que, tras muchos meses de amarte, aún siga teniendo cosquillas en el estómago cada vez que vienes a verme, o que nunca sepa muy bien como tratar toda tu frágil belleza que tanto me excita. No es tan imposible que se de el caso de que estar contigo se convierta para mi en un proyecto vital inabarcable en una sola vida... tantas cosas por hacer juntos. Seguramente lloraré durante semanas si me dejas, y beberé y pasearé por ahí de madrugada intentando esparcir mi desdicha para que no esté tan concentrada en un solo punto de mi pecho, y también me juraré salir vivo de ello aunque en realidad no me apetezca hacerlo más, como De La Rosa en sus canciones.

Sin embargo esto tendrá que ser en otra vida, mi amor, porque tú y yo hace meses ya que no estamos juntos. Siempre tuyo, el Sr. Michuro, que sigue boca arriba buscando la luz más allá del desplome y sigue cayendo en el mismo paso...

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Reconozco que nunca me gustó la montaña, sólo eras tú en armonía y yo a tu lado, con eso me bastaba.

Y me sigue bastando cuando te recuerdo.

Ahora sólo vivo para mí, aunque todavía piense en curar en silencio tus heridas.

Siempre me consideré más fuerte y a la vez más frágil. Tú mudas la piel cuando está hecha trizas, yo nunca dejé que las heridas fueran tan profundas como para no sanar por sí solas, poco a poco y en silencio.

Tú te reinventas y revives en un suspiro, en un momento inexacto entre el avismo y la esperanza. Yo sigo firme como la roca del acantilado, que poco a poco se desgasta, pero nunca se mueve, siempre es la misma.

Y seguiré siendo la misma cuando nos reencontremos, tú tendrás una nueva piel, pero el mismo corazón, el que se automutila, pero es tan grande que siempre sobrevive.

Por primera vez lo reconozco, nunca me gustó la montaña... pero que bonita reflejada en tus ojos.

9:45 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Que hermoso.

La caída.

Gracis por ir a mi blog, yo.. regresaré al tuyo!!!

10:43 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias por hacerme creer que el romanticismo aún puede existir.
Escala la montaña, la vista será preciosa y valdrá la pena, aunque nadie esté arriba.

11:36 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

ese escaldator! joder que bonito tomar como excusa la montaña para que refleje nuestros encuentros y desencuentros,yo tambien techo de menos,y ella,pero tu tranqui,ella siempre estará allí,como siempre,tal vez un poco más erosionada,como tu,pero allí al fin y al cabo.

1:31 a. m.  

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